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- La ciudad de los pozos
Posted by : Joel
domingo, 5 de enero de 2014
sta ciudad no estaba habitada por personas,
como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada
por pozos. Pozos vivientes… pero pozos al fin.
Los pozos se diferenciaban entre sí, no sólo por el lugar en el que
estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los
conectaba con el exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con
brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y
madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se
abrían en la tierra.
La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a
brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado.
Un día llegó a la ciudad una “moda” que seguramente había nacido en
algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que
se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo
importante no es lo superficial sino el contenido.
Así fue cómo los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se
llenaban de joyas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más
prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos.
Algunos más, optaron por el arte, y fueron llenándose de pinturas,
pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los
intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de
revistas especializadas.
Pasó el tiempo. La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que
ya no pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos iguales, así
que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían
hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior… Alguno de ellos
fue el primero: En lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar
su capacidad ensanchándose. No pasó mucho tiempo antes de que la idea
fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en
ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.
Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a
sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían
hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno
perdería su identidad… Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que
otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino
hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se
dio cuenta que todo lo que tenía dentro de él le imposibilitaba la tarea
de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo
contenido…
Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había
otra posibilidad, lo hizo. Vacío de posesiones, el pozo empezó a
volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las
que él se había deshecho… Un día , sorpresivamente el pozo que crecía
hacia adentro tuvo una sorpresa. Adentro, muy adentro, y muy en el fondo
encontró agua…
Nunca antes otro pozo había encontrado agua… El pozo superó la
sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las
paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. La
ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era
bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por
el agua, empezó a despertar. Las semillas de sus entrañas, brotaron en
pasto, en tréboles, en flores, y en troquitos endebles que se volvieron
árboles después… La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo
al que empezaron a llamar “El Vergel”. Todos le preguntaban cómo había
conseguido el milagro.
- Ningún milagro – contestaba el Vergel – hay que buscar en el interior, hacia lo profundo…
Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la
idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían
vaciarse. Siguieron ensanchándose cada vez más para llenarse de más y
más cosas… En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr
también el riesgo del vacío… Y también empezó a profundizar… Y también
llegó al agua… Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis
verde en el pueblo…
- ¿Que harás cuando se termine el agua? – le preguntaban.
- No sé lo que pasará – contestaba
- Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay.
- No sé lo que pasará – contestaba
- Pero, por ahora, cuánto más agua saco, más agua hay.
Pasaron unos cuantos meses antes del gran descubrimiento. Un día,
casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que
habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma… Que el mismo
río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro. Se
dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podían
comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás,
sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de
contacto:
La comunicación profunda que sólo consiguen entre sí,
aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo
profundo de su ser lo que tienen para dar…
Cuento de Mamerto Menapace del libro “Cuentos para pensar” de Jorge Bucay