Archive for 2013-12-29

DIARIO DE UN PERRO



Esta historia narra sobre lo que uno de "esos perros" nos diría en
 

realidad, si pudiera hablar. Está dedicado a ellos, tratando de sensibilizar a sus 

dueños.

1ªsemana.

Hoy cumplí una semana de nacido, ¡Que alegría haber llegado a este 

mundo!

1er mes.

Mi mamá me cuida muy bien. Es una mamá ejemplar.

2 meses. 

Hoy me separaron de mi mamá. Ella estaba muy inquieta, y con 

sus ojos me dijo adiós. Esperando que mi nueva "familia humana" me cuidara tan 

bien como ella lo había hecho.

4 meses. 

He crecido rápido; todo me llama la atención. Hay varios 

niños en la casa que para mí son como "hermanitos". Somos muy inquietos, ellos 

me jalan la cola y yo les muerdo jugando.

5 meses. 

Hoy me regañaron. Mi ama se molestó porque me hice "pipí" 

adentro de la casa; pero nunca me habían dicho dónde debo hacerlo. Además, 

duermo en la recámara. ¡Ya no me aguantaba!

8 meses. 

Soy un perro feliz. Tengo el calor de un hogar; me siento tan 

seguro, tan protegido. Creo que mi familia humana me quiere y me consiente 

mucho. Cuando están comiendo, me convidan. El patio es para mí solito y me doy 

vuelo escarbando como mis antepasados los lobos, cuando esconden la comida. 

Nunca me educan. Ha de estar todo bien lo que hago.

12 meses.

 Hoy cumplí un año. Soy un perro adulto. Mis amos dicen que 

crecí más de lo que ellos pensaban. Que orgullosos deben sentirse de mí.

13 meses. 

Qué mal me sentí hoy. Mi "hermanito" me quitó la pelota. Yo 

nunca agarro sus juguetes. Así que se la quité. Pero mis mandíbulas se han 

hecho muy fuertes, así que lo lastimé sin querer. Después del susto, me 

encadenaron casi sin poderme mover al rayo del sol. Dicen que van a tenerme en 

observación y que soy ingrato. No entiendo nada de lo que pasa.


15 meses. 

Ya nada es igual... vivo en la azotea. Me siento muy solo... 

mi familia ya no me quiere. A veces se les olvida que tengo hambre y sed. 

Cuando llueve no tengo techo q' me cobije.

16 meses.

 Hoy me bajaron de la azotea. De seguro mi familia me perdonó. 

Yo me puse tan contento que daba saltos de gusto. Mi rabo parecía rehilete. 

Encima de eso, me van a llevar con ellos de paseo. Nos enfilamos hacia la 

carretera y de repente se pararon. Abrieron la puerta y yo me bajé feliz, creyendo que 

haríamos nuestro "día de campo". No comprendo porqué cerraron la puerta 

y se fueron. "¡Oigan, esperen!" -ladré... se olvidan de mí. Corrí detrás del 

coche con todas mis fuerzas. Mi angustia crecía al darme cuenta, que casi me 

desvanecía y ellos no se detendrían: Me habían olvidado.

17 meses.

 He tratado en vano de buscar el camino de regreso a casa. Me 

siento y estoy perdido. En mi sendero hay gente de buen corazón que me ve con 

tristeza y me da algo de comer. Yo les agradezco con mi mirada y desde el fondo 

con mi alma. Yo quisiera que me adoptaran y sería leal como ninguno. Pero sólo 

dicen "pobre perrito", se ha de haber perdido.

18 meses. 

El otro día pasé por una escuela y vi a muchos niños y 

jóvenes como mis "hermanitos". Me acerqué, y un grupo de ellos, riéndose, me lanzó 

una lluvia de piedras "a ver quién tenía mejor tino". Una de esas piedras 

me lastimó el ojo y desde entonces ya no veo con él.

19 meses.

 Parece mentira, cuando estaba más bonito se compadecían más 

de mí. Ya estoy muy flaco; mi aspecto ha cambiado. Perdí mi ojo y la gente más 

bien me saca a escobazos cuando pretendo echarme en una pequeña sombra.

20 meses.

 Casi no puedo moverme. Hoy al tratar de cruzar la calle por 

donde pasan los coches, uno me arrolló. Según yo, estaba en un lugar seguro 

llamado "cuneta", pero nunca olvidaré la mirada de satisfacción del 

conductor, que hasta se ladeó con tal de centrarme. Ojalá me hubiera matado, pero 

solo me dislocó la cadera. El dolor es terrible; mis patas traseras no me 

responden y con dificultades me arrastré hacia un poco de hierba a la ladera del 

camino.Tengo 10 días bajo el sol, la lluvia, el frío, sin comer. Ya no 

me puedo mover. El dolor es insoportable. Me siento muy mal; quedé en un 

lugar húmedo y parece que hasta mi pelo se está cayendo. Alguna gente pasa y 

ni me ve; otras dicen: "No te acerques". Ya casi estoy inconsciente; pero 

alguna fuerza extraña me hizo abrir los ojos. La dulzura de su voz me hizo 

reaccionar. "Pobre perrito, mira como te han dejado", decía... junto a 

ella venía un señor de bata blanca; empezó a tocarme y dijo: "Lo siento 

señora, pero este perro ya no tiene esperanzas". A la gentil dama se le salieron las 

lágrimas y asintió. Como pude, moví el rabo y la miré agradeciéndole me 

ayudara a descansar. Sólo sentí el piquete de la inyección y me dormí para 

siempre pensando en porqué tuve que nacer si nadie me quería. 

La solución no es echar un perro a la calle, sino educarlo. No conviertas en 

problema una grata compañía; un amigo que daría su vida por ti. 


¿Harían eso contigo tus "amigos"?.
sábado, 4 de enero de 2014
Posted by Joel

UN PADRE QUE DIO SU VIDA A SU HIJA



Papi... ¿Cuánto me amas?


El día que mi Hija nació, en verdad no sentí gran alegría. 

Por que la decepción que sentía parecía, ser más grande que el 

gran acontecimiento que representa tener una hija...

¡Yo quería un varón!

A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, 

una lucía pálida y agotada y la otra radiante y dormilona. 

En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisita de mi Carmencita 

y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue 

entonces cuando empecé a amarla con locura. 

Su carita, su sonricita y su mirada no se apartaban ni por un 

instante de mis pensamientos, todo se lo quería comprar, la veí
a

en cada niño o niña, hacía planes sobre planes, todo sería para mi 

Carmencita.

Este relato era contado a menudo por Rodolfo, el padre de Carmencita 

y Yo también sentía gran afecto por la niña que era la razón más grande 

para vivir de Rodolfo según decía el mismo.

Una tarde estaba mi familia y la de Rodolfo, haciendo un picnic a la orilla 

de un río cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, todos escuchábamos:

Papi,... cuándo cumpla quince años, ¿cuál será mi regalo?

Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?

Bueno papito,... Tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

La conversación se extendía y todos participamos de ella.

Al caer el sol regresamos a nuestras casas. Una mañana me encontré con 

Rodolfo enfrente del colegio donde estudiaba Carmencita quien ya tenía 

catorce años. Rodolfo se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro.

Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de Carmencita, 

eran notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos y los 

estímulos que les habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores. 

Felicité al dichoso papá.

Carmencita ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente y en el corazón de 

la familia, especialmente en el de su papá.

Fue un Domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa, cuando Carmencita 

tropezó con algo, eso creíamos todos y dio un traspié, su papá la agarró de 

inmediato para que no cayera...Ya instalados en la iglesia, vimos como Carmencita 

fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento.

La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi hacia el hospital. 

Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su 

hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero 

no era algo definitivo, qué debía practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.

Los días iban pasando, Rodolfo renunció a su trabajo para dedicarse al 

cuidado de Carmencita, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella 

trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él.

Una mañana Rodolfo se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:

¿Voy a morir, no es cierto? ¿Te lo dijeron los doctores?

No mi amor...no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he 

amado sobre este mundo.

Respondió el padre.

¿Van a algún lugar? ¿Pueden ver desde lo alto a su familia? ¿Sabes si pueden volver?

Preguntaba su Hija.

Bueno hija,... En verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, 

pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el mas allá buscaría la manera de comunicarme 

contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.

¿Al viento? ¿Y cómo lo harías?

No tengo la menor idea hijita, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando

 un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde, llamaron a Rodolfo, el asunto era grave, su hija estaba muriendo. 

Necesitaban un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más.

¡¡¡UN CORAZÓN!!! ¿Dónde hallar un corazón? ¡¡¡Un corazón!!! ¿Dónde?

Ese mismo mes, Carmencita cumpliría sus quince años. 

Y fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esp
eranza 

iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar.

El Domingo por la tarde ya Carmencita estaba operada, todo salió como los médicos lo habían

 planeado. ¡Éxito total!

Sin embargo, Rodolfo todavía no había vuelto por el hospital y Carmencita lo extrañaba 

muchísimo, 

su mamá le decía que ya todo estaba muy bien y que su papito sería el que trabajaría para 

sostener la familia.

Carmencita permaneció en el hospital por quince días más, los médicos no habían querido

dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron.

Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas
 
le entregó una carta de su padre.

“Carmencita, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener 

quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me 

hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto 

lamento no estar a tu lado en este instante. 

Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste 

cuando tenias diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más 

hermoso que nadie jamás haría por mi hija... Te regalo mi vida entera sin condición 

alguna, para que hagas con ella lo que quieras. ¡¡Vive hija!! ¡¡Te amo con todo mi corazón!!”

Carmencita lloró todo el día y toda la noche; Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre 

la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró:

“Papi,... Ahora puedo comprender cuanto me amabas yo también te amaba y aunque nunca te lo 

dije,
 
ahora comprendo la importancia de decir “Te Amo” y te pediría perdón por haber guardado 

silencio tantas veces”.

En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y 

florecillas, 

y una suave brisa rozó las mejillas de Carmencita, alzó la mirada al cielo, intentó secar las 

lagrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.


Por favor nunca dejes de decir “TE AMO” No sabes si será esta la última vez... CADA DÍA A

 CADA INSTANTE, EXPRESA TU AMOR
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