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- El buscador
Posted by : Joel
domingo, 5 de enero de 2014
Hace dos años, cuando terminaba una charla para un grupo de parejas conté, como suelo hacer, un cuento de manera de regalo de despedida. Para mi sorpresa, esta vez, alguien del grupo pidió la palabra y se ofreció a regalarme una historia. Ese cuento que quiero tanto, lo escribo ahora en memoria de mi amigo Jay Rabon.Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Un buscador es alguien que
busca, no necesariamente que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente,
sabe que es lo que esta buscando, es simplemente
alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, él buscador
sintió que debía ir hacia la ciudad
de kammir. El había aprendido a hacer caso
riguroso a estas sensaciones que venían
de un lugar desconocido de si mismo, así
que dejó todo y partió.
Después de dos días
de marcha por los polvorientos caminos divisó,
a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al
pueblo, un colina a la derecha del sendero le
llamó mucho la atención. Estaba
tapizada de un verde maravilloso y había
un montón de árboles, pájaros
y flores encantadores; la rodeaba por completo
una especie de valla pequeña de madera
lustrada.
...una portezuela de bronce
lo invitaba a entrar.
De pronto, sintió que
olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación
de descansar por un momento en ese lugar.
El buscador traspasó
el portal y empezó a caminar lentamente
entre las piedras blancas que estaban distribuidas
como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se
posaran como mariposas en cada detalle de este
paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador,
y quizás por eso descubrió, sobre
una de las piedras, aquella inscripción...:
Abdul Target, vivió
8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días
Se sobrecogió un poco
al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente
una piedra, era una lápida.
Sintió pena al pensar
que un niño de tan corta edad estaba enterrado
en ese lugar.
Mirando a su alrededor el
hombre de dio cuenta de que la piedra de al lado
también tenía una inscripción.
Se acercó a leerla, decía:
Yamir Kalib, vivió
5 años, 8 meses, y 3 semanas,
El buscador se sintió
terriblemente conmocionado.
este hermoso lugar era un
cementerio y cada piedra, una tumba.
Una por una, empezó
a leer las piedras.
Todas tenían inscripciones
similares: un nombre y el tiempo de vida exacto
del muerto.
Pero lo que lo conectó
con el espanto, fue comprobar que el que más
tiempo había vivido sobrepasaba apenas
los 11 años...
Embargado por un dolor terrible
se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio,
pasaba por ahí y se acercó.
lo miró llorar por
un rato en silencio y luego le preguntó
si lloraba por algún familiar.
- No, ningún familiar-
dijo el buscador- ¿qué pasa con
este pueblo?, ¿qué cosa tan terrible
hay en esta ciudad?. ¿por qué tantos
niños muertos enterrados en este lugar?,
¿ cuál es la horrible maldición
que pesa sobre esta gente, que los ha obligado
a construir un cementerio de chicos?!!!!!!
El anciano se sonrió
y dijo:
-Puede usted serenarse. No
hay terrible maldición. Lo que pasa es
que aquí tenemos una vieja costumbre. Le
contaré...
Cuando un joven cumple quince
años sus padres le regalan una libreta,
como esta que tengo aquí, colgando del
cuello.
Y es tradición entre
nosotros que a partir de allí, cada vez
que uno disfruta intensamente de algo, abre la
libreta y anota en ella:
a la izquierda, que fue lo
disfrutado....
a la derecha, cuanto tiempo
duró el gozo..
conoció a su novia,
y se enamoró de ella. ¿Cuánto
tiempo duró esa pasión enorme y
el placer de conocerla?, ¿una semana?,¿dos?,¿tres
semanas y media?...
Y después... la emoción
del primer beso, el placer maravilloso del primer
beso, ¿cuánto duró?, ¿el
minuto y medio del beso?, ¿dos días?,
¿una semana'...
¿Y el embarazo o el
nacimiento del primer hijo...?
¿y el casamiento de
los amigos?
¿y el viaje más
deseado...?
¿y el encuentro con
el hermano que vuelve de un país lejano?.
¿Cuánto tiempo
duró el disfrutar de estas situaciones?...
Así... vamos anotando
en la libreta cada momento que disfrutamos...cada
momento.
Cuando alguien se muere,
es nuestra costumbre,
abrir su libreta
Y sumar el tempo de lo disfrutado,
para escribirlo sobre su tumba,
porque Ese es, para nosotros,
el único y verdadero
tiempo VIVIDO.
Jorge Bucay