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- El perfume
Posted by : Joel
domingo, 5 de enero de 2014
Durante el tiempo en que las niñas descubren que su infancia ha quedado atrás hay una línea muy fina de tiempo. Es cuando dejan de jugar en los columpios y de jugar a la cuerda con las demás niñas en los patios de las escuelas. Ahora ya no buscan ese tiempo de compañerismo sino hay otros elementos que inundan sus pensamientos.
Hay un popurrí de conversaciones muy distintas a las que solían
platicar. Sus miradas y sus instintos empiezan a cambiar. Buscan platicar
de lo que miraron en la televisión el día anterior. O quizá
de lo que escucharon, atrevidamente sin ser incluidas claro, en las pláticas
de las mujeres adultas.
Ahora es cuando prestan más atención a su apariencia física.
A su vestir a su caminar y sus esfuerzos se enfocan en cuantas mirada
cautelosas pueden causar en los chicos de la aula.
Para algunas niñas no es un tiempo fácil de cruzar. Porque
siempre hay las que tienen mas experiencia, las que según ellas
lo saben todo aunque el tiempo y la vida nos demuestra que en realidad
no sabían nada.
Un cierto día cuando empezaba a experimentar ese paso que todas
hemos cruzado, estaban mis compañeras platicando de los perfumes
que sus madres usaban. Que usaban cuando asistían a esos eventos
especiales donde las mirábamos con admiración mientras se
arreglaban. Y para cada una de nosotras eran unas princesas.
¿Que estoy diciendo? No, no eran princesas, eso era muy poco para
la belleza que miraban nuestros ojos. Esas mujeres caseras sencillas se
convertían, aunque fuera por una solo noche, en todas unas reinas.
Con esos vestidos ostentosos y esos peinados que de seguro costó
una pequeña fortuna a la familia.
Y cual más queríamos apantallar que nuestra madre, aunque
no fuera cierto, usaba el perfume más prestigioso, el más
caro o el más extravagante. ¿Cuantas mentiras y cuantas
trasgresiones habremos cometido entre ese enlace de platicas? Se mencionaban
nombres que algunas ni siquiera podíamos pronunciar. Pero, ¿que
importaba? Lo hacíamos con tanta confianza, con tanta precisión
que nadie se atrevía a corregir la pronunciación. En el
clásico de clásicos se encontraba el Channel No 5 y era
obvio que ninguna de nosotras teníamos el dinero para conseguir.
Pero en nuestra imaginación todo era posible.
Recuerdo que esa tarde al regresar a mi casa decidí preguntarle
a mi madre el nombre del perfume en el que yo, junto con mis compañeras,
podría presumir. Debido a que mi madre siempre era una mujer muy
ocupada en el hogar no tuve esa oportunidad. Trate de acercarme a ella
a ver si podría oler algún perfume.
Pero en realidad, ¿de que me servía eso? Yo no era ninguna
conocedora de perfumes. Así que mi mente no descanso hasta que
de una manera u otra encontrara el plan perfecto de obtener esa información
que para mi era tan valiosa. Los siguientes días traté de
evadir el tema entre mis compañeras. Quería estar segura
y no titubear cuando mi turno llegara en esa reunión de dar la
marca del nombre del perfume. Pero sabía que no me podría
esconder toda la vida así que tenia pronto que avanzar con mi plan.
Mi madre no era una mujer muy afectuosa así que no era fácil
acercarme a ella. Además siempre estaba ocupada en la cocina. En
ocasiones pensaba que ella podría dormir allí entre las
cazuelas y los utensilios mucho más cómoda que en su propia
cama.
Recuerdo que muchas veces las conversaciones que llegamos a tener eran
entre los aromas de comino y de pimienta, de aromas de chiles y de guisos
que destilaban de ese cuarto que era sagrado para ella.
Era una excelente cocinera aunque con los años ha perdido algo
del sentido de sabor en su paladar. Yo estaba convencida de que sería
la ganadora de cualquier concurso de cocina si ella se lo proponía.
Nunca vi un recetario en la cocina porque todas las recetas las tenía
memorizadas en su mente. Esa mente que ahora es lucida por causa de su
enfermedad.
Su rostro brillaba cuando estaba en la cocina y su expresión de
satisfacción era notoria al ver que su familia comía sus
elaborados platillos. Esas horas de arduo trabajo serian recompensadas
así como son recompensados los artistas cuando de sus dedos y manos
destilan tales obras de arte en forma de pintura o escultura o cualquier
otro medio.
En una cierta tarde mire la oportunidad perfecta para conseguir lo que
con tanto esfuerzo no había podido lograr. Esta tarde mi madre
no estaba en la cocina como era de costumbre.
Recuerdo que entré rápidamente a mi modesta habitación,
tomé mi peine y me acerqué a donde estaba ella. Esta vez
mis manos temblaban y empezaban a sudar.
Y un temor inundó mi mente, ¿que si mi plan no funcionara
o que la encontrara en esos momentos donde no quería que nadie
la molestara? En esos momentos donde ella se perdía en un mundo
diferente a su alrededor. Un mundo que nunca supe entender porque nunca
tuve el valor de preguntarle. Nunca pude saber ni acompañarla a
ese lugar donde se encontraban sus pensamientos y muchas veces me pregunté
¿donde seria ese lugar a donde ella se escapaba?
Estaba sentada al borde de su cama mirando hacia afuera de la ventana
hacia el patio de la casa. Con una voz tímida y casi de ruego de
suplica le hablé ¿mama?
Me sentía culpable al haber penetrado esa concentración
en la que ella se encontraba. Con ojos perplejos volteó a verme.
De mi boca salieron las palabra que había ya pronunciado “mama”
esta vez, sin vacilar y decidía a todo le hice mi petición.
Me preguntó “¿que pasa?” Cansada y con algo
de pena le dije “No mama no pasa nada solo quería saber si
me puede hacer una trenza”. Una pequeña sonrisa broto de
sus labios, creo que era una sonrisa y de ese momento en adelante mi mente
se volvió en blanco. Solo recuerdo que me señaló
a que me acercara. Me indicó que me sentara en frente de ella dándole
la espalda. Me incliné como una oveja se inclina sumisa.
No necesitaba que me peinara y mucho menos que me hiciera una trenza
pero era el mínimo sacrificio que podría hacer para extraer
mi información a la que ya no podría esperar.
El peine se detenía entre los nudos de mi pelo y me jalaba pero
yo no protestaba.
Poco a poco conforme me peinaba mi pelo, tomó una forma de colcha
negra que cubría mi espalda. Dividió el pelo en tres partes.
No había palabras ni conversación entre nosotras, solo el
ruido que producía su enfocada tarea. No me acuerdo cuanto tiempo
duro ese momento pero al fin terminó la trenza.
Ella sabía que el peinarme me producía un gran sueño.
No se porque pasaba eso pero desde mi niñez me sucedía.
Y en ocasiones me permitía que descansara después de que
me peinara en una de sus rodillas. Cuando lo hacia ponía una de
sus manos en su rodilla y yo suavemente depositaba mi mejilla entre sus
dedos. Es ahí donde yo me daría cuanta del olor de su perfume
y me tomaría la confianza para preguntarle.
¿Que perfume usas?
De seguro uno de los mas caros, de los mas exóticos. Ese seria
mi trofeo que con tanto orgullo exhibiría entre mis compañeras.
Quería saborear ese momento, no me quería equivocar.
En ese momento algo extraño sucedió, algo que en mi inocencia
no esperaba. Al llenar mi nariz con el escape de olor de sus manos no
olía nada. Volví a tomar otro olorcito a ver si por mis
nervios se me había escapado el olor tan esperado. Y para mi sorpresa
mi nariz a través de esos hoyos en mi cara recibió un olor.
Un olor de especies pero no lo que yo me deseaba ni lo que quería
oler.
Sentí en ese momento deslizar mis sueños de orgullo.
Mi trofeo se desvaneció entre el mar de mi desilusión.
Pero, ¿para que angustiarme? Le preguntaría el nombre del
perfume. ¡Claro! Será que no es algo que use todos los días.
Además no hemos platicado entre nosotras que nuestras madres solo
usan esos perfumes en días especiales. Me imagino que ella no lo
querría gastar en un día ordinario como este.
Con cuidado tenia que plantar mi pregunta, no deseaba molestarla y ver
mis esfuerzos escaparse si no tenia cuidado. Le dije en una voz lenta
y algo curiosa. “Mama…” Me detuve por unos momentos.
Algo así para causar una inquietud en su mente, quería causar
suspenso en el momento.
Y por fin solté de mi pecho lo que me atormentaba ¿que
perfume usa? Y lo que sucedió en esos momentos no produjo ninguna
tranquilidad a mi nerviosismo. Soltó una risa que causó
un gran pánico en mis oídos. Creo que nunca la había
oído reírse de esa manera. Me dijo “ay que preguntas
haces”.
Con el tono de mi voz, una vez mas le rogué, casi me puse a su
misericordia. Y le dije “mama dime por favor….”
Ella me puso de pie y tomo mis manos entre las suyas, las acerco a mi
nariz una vez mas y me dijo: “Dime a que huele” Yo recuerdo
que cerré mis ojos, quería imaginarme un jardín de
aromas que me hiciera sentirme orgullosa de mi mamá. Pero lo único
que sobresalía era el olor del ajo y de la cebolla. Pero no podía
ser... ¿Como que el perfume de mi madre consistía de ajo
y cebolla? ¿Que les diría a mis compañeras? Las volví
a oler, la segunda vez esta vez más despacio y mas lento por si
me había equivocado la primera vez pero todo era en vano, no existía
ningún otro olor.
Tratando de no sonar muy decepcionada le dije: “Solo huelo a ajo
y cebolla” Y me dijo: “Así es” Después
se puso de pie y desapareció entre su jardín y su refugio
donde ella se sentía cómoda. Entre los aromas de especies
de la cocina. La seguí y la observé a lo lejos y comprendí
que ella era feliz. Era el único cuarto de la casa donde mi madre
era verdaderamente feliz y se miraba hermosa. Mucho mas hermosa que cualquier
estrella de cine o reina del mundo. Su elegancia sobrepasaba mucho más
que todo eso. Y en ese momento entendí que la verdadera belleza
no consiste de un olor fabricado ni adornado.
Sino en ese olor que nuestra propia vida verdaderamente destila cuando
somos felices.
Colaboración de Guadalupe Cisneros
Estados Unidos
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